ARGENTINA. El espejismo de las retenciones

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escrito por Redacción Infopork

Brasil y Argentina optaron por esquemas cambiarios notoriamente diferentes. El primero, dejó que el mercado fijara la paridad y, al cabo de cuatro años, bajó de 3,99 a 1,90 reales. Muy tardíamente se "despertó" el Banco Central para comprar parte del excedente de dólares que inunda la plaza, pero hasta ahora no logró elevar sensiblemente esa relación.

Al principio, tanto el real como nuestro peso tenían entre sí una relación de casi uno a uno, que luego tomó distancia porque se siguieron políticas divergentes.

Sus exportadores enfrentan serias dificultades porque se acrecienta la angustia a medida que sigue revaluándose el real. Para comprenderlo bastará con tomar como ejemplo las operaciones con soja (Brasil es el segundo productor mundial). La cotización internacional de esta oleaginosa (grano) está alrededor de 285 dólares la tonelada; lo cual implica que los productores tienen un techo de ingresos equivalente a unos 550 reales. Con esa suma, deben cubrir todos los componentes del costo –los precios de los combustibles doblan a los argentinos, que están subsidiados–, financiar la compra de equipos y obtener un margen ganancial.

En este momento tratan de atenuar este efecto con enormes partidas para subsidiar y sostener empresas que están al borde del colapso; mientras su PBI sigue reduciendo la tasa anual de crecimiento (apenas 3,2 por ciento para 2007). Nosotros conocemos y tenemos experiencia sobre la circulación de una moneda nacional sobrevaluada; lo vivimos en la década de 1990. Se encarecen y hacen más difíciles las exportaciones, al propio tiempo que abaratan el costo de las importaciones; jaquean la producción interna y cunde la desocupación.

Bajo un mecanismo muy distinto, en Argentina el Banco Central –desde el momento mismo que se salió de la convertibilidad– viene haciendo cuantiosas compras de divisas para mantener subvaluado el peso. Si no lo hubiera hecho, pasaría lo mismo que en Brasil y, en vez de en 3,10 pesos habría descendido a 1,95. Por lo tanto, esa diferencia entre el valor de mercado de la divisa y la vigente es obra exclusiva de la política cambiaria y no constituye un ingreso generado por el sector agrario.

Un craso error. Los reiterados reclamos en el sentido de que se les quita lo que es de ellos constituye un craso error; un verdadero espejismo si se realiza de buena fe; incalificable pretensión si obedece a un intento de obtener una ventaja que no han generado. Las tan denostadas retenciones, en realidad, sólo crean un esquema de tipos de cambio múltiples que en su expresión más extrema –grano de soja, con 27,5 por ciento– es bastante mejor a lo que logran en Brasil, ya que implica 2,25 pesos por cada dólar, es decir, unos 640 pesos contra 550 reales que obtienen allí con semejante poder adquisitivo. En otros derivados como pellets y aceite, sube a 2,36 por dólar; configurando un aumento en la diferencia a favor frente a lo que obtienen por los mismos productos de nuestro vecino.

Y éstos son los casos de máxima. Según el grado de valor agregado, las alícuotas de retención van de 5 a 20 por ciento y han permitido el "milagro" de que los productos manufactureros con insumos no agropecuarios –disponen de una paridad de 2,95 pesos– sean más competitivos y constituyan el rubro de superior proporción porcentual dentro del total de exportaciones.

La incidencia de tan distintos criterios ha impactado en la industria automotriz. Las terminales que operan en los dos países y venían aplicando la integración compensada de partes están pensando en aumentar mucho más la incorporación de piezas producidas aquí, dado que son menos costosas que los insumos que vienen de Brasil. Además de ese elemento determinante, computa como factor positivo adicional que allí la presión tributaria es 10 puntos porcentuales con respecto a la argentina (37,4 contra 27,3 por ciento del PBI).

Pensar que si no compra divisas excedentarias el Banco Central el tipo de cambio quedaría alrededor de 3,10, es una idea pueril y totalmente falsa. Sucedería lo mismo que en Brasil.

¿Por qué no? Siendo tan evidente, aparece casi incomprensible que el vicepresidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Néstor Roulet, esté tan obnubilado como para sostener: "Este año, el Gobierno ya se encontró con un regalito gracias al campo: el presupuesto de 2007 preveía un rendimiento de 2.700 millones de dólares por retenciones, y se van a recaudar más de 3.700 millones". ¿Los mejores precios internacionales sólo favorecen al Estado? En realidad, nadie puede regalar lo que no es suyo.

En la circunstancia actual, fruto del esquema cambiario que maneja y regula el Banco Central, todos ganan. Sería tan absurdo dicho planteo como si las empresas petroleras se adjudicaran en carácter de "propio" lo que el Estado recauda a través de los impuestos que recaen sobre los combustibles y los consideraran un "regalito".

El citado dirigente se pregunta además: "¿En qué van a utilizar este excedente no presupuestado?".

Aportes para el país. Antes que reclamar por lo que no les corresponde, sería mucho más positivo que propusieran –como un aporte al país– proyectos concretos de emprendimientos necesarios, tales como rutas, nuevas instalaciones para depósitos y portuarias, dragado y profundización en el cauce del río Paraná.

El precio final de los bienes exportados a Oriente genera una merma de ingresos de 26 por ciento, por lo que bajar el nivel de este rubro sería de directo beneficio para el sector. No menos positivo podría ser que impulsaran con igual energía la ejecución de la autopista o autovía que debe llevar al Paso de Aguas Negras, con vista al puerto chileno de Coquimbo.

Tanto China como India han ofrecido sendos créditos con ese fin, pero por causas no conocidas, estas obras están demoradas en exceso. Si se consideran parte de la sociedad argentina y piensan no sólo en sus respectivos bolsillos, tendrían que, con parecido ímpetu, movilizar la realización de los objetivos originales y liminares de la constitución de la Región Centro. Allí encontrarían las verdaderas ventajas comparativas y el mejor resultado a la salida de la producción, acercándose al área mundial de mayor dinamismo y con mayores perspectivas.

De todas maneras, que los representantes de ese área no vean esa realidad puede justificarse por el espejismo que los aqueja. Lo inexplicable es que se sumen supuestos especialistas; en especial los integrantes del Instituto de Estudios Económicos de la Sociedad Rural o algunos expositores de la maestría en Relaciones Internacionales Flacso-Universidad de San Andrés, que tienen la obligación intelectual de tenerla muy clara.

En vez de ello, han tratado de poner sobre el tapete un antes clásico enfrentamiento de los intereses de la industria con los del agro. Esto es absurdo y nos desvía del tema central, despertando viejos y estériles resentimientos. En las economías desarrolladas, donde las manufacturas tienen costos relativos más bajos, subsidian a los agricultores que los tienen desfavorables a nivel internacional. Por ello, en Japón, el precio del arroz es ocho veces superior al que rige en el mercado internacional y los consumidores lo asumen. Situaciones semejantes, aunque no tan desproporcionadas, se dan en la Unión Europea y Estados Unidos donde, entre todos gastan mil millones de dólares diarios para sostenerlos. Y esto sale del presupuesto doméstico de sus contribuyentes.

En países como el nuestro, donde la situación es exactamente inversa –son menores los costos en el sector primario por sus favorables condiciones naturales– es probable que implementen políticas de apoyo a la actividad manufacturera para ganar competitividad. Las tensiones y cortocircuitos se reiteran en la tan conflictiva Ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio, donde los poderosos presionan para que bajemos aranceles y el tipo de cambio. Al mismo tiempo ofrecen tenaz resistencia a disminuir sus subsidios al agro. Parece mentira que los representantes crean viable un esquema privatizado y se sumen a algunos de estos planteos.

No puede extrañar que la Unión Industrial aplauda el esquema adoptado ya que, de otra manera, volveríamos a ser inundados por bienes importados y las fábricas reducirían otra vez su actividad, generando nuevamente desocupación. La durísima experiencia de los años ’90 ha calado muy hondo y servido de lección.

¿Se puede ser tan ciego y débil de memoria para no tener clara noción de todo esto? Debe subrayarse que el tipo de cambio "alto" ha sido y sigue siendo la llave de la recuperación. Con su aplicación no se restó nada al sector agropecuario. Sus reclamos son infundados y la errónea visión de sumar las retenciones a su carga tributaria es una cuenta que constituye una virtual trampa óptica; semejante a un espejismo.

Dicho sector no paga impuestos mayores que ningún otro e incluso, por su elevada tasa de evasión, en los hechos quizá el aporte al Tesoro sea bastante menor al debido. No obstante, hay muchos –entre ellos, la cúpula oficial de la provincia de Córdoba– que le "perdonan" las actualizaciones del impuesto inmobiliario. Según dicen, para "compensar" que la Nación los tenga tan "castigados" (¿?)…

Puede suceder que los múltiples lobbistas que actúan y desfiguran la realidad hayan logrado confundir a quienes toman tales decisiones en estos lares. De otra manera, sería un acto de manifiesta complicidad en el intento de quedarse con una parte de la "torta" que fue generada al margen de la actividad y no pueden autoadjudicarse. Y esto tendría consecuencias funestas, pues lo que no les cobran, parcialmente, lo pagan los consumidores a través del Impuesto a las Actividades Lucrativas.

También se traduce en la desmesurada toma de créditos y el consiguiente sobreendeudamiento. Este último, que pisa los 11 mil millones de pesos, no se esfuma ni es un mero fenómeno óptico. Deberá ser asumido y afrontado por toda la población en los próximos años cuando, fatalmente, llegue "la hora de la verdad".

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