Nuevos desafíos para la producción porcina del sur del país

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escrito por Germán Piquer

La carne porcina es la de mayor consumo en el mundo, seguida por la carne aviar y la bovina. En los últimos años la producción de cerdos mostró un progreso tecnológico creciente, evolución que fue más marcada en los países desarrollados. La actividad porcina se caracteriza por su capacidad de lograr alta producción de carne en un breve período de tiempo producto de su prolificidad, rápido engorde y alta eficiencia en la conversión del alimento (ONCCA, 2011). El mejoramiento en las prácticas de crianza y el manejo de una alimentación de calidad, han permitido obtener un tipo de carne magra tendiente a satisfacer un mercado de consumidores exigentes en calidad, inocuidad y bienestar animal.

En Argentina el consumo de carne difiere notablemente de la media mundial, en particular el consumo de cerdo fue históricamente escaso (6 kg/hab/año) y en consecuencia, la mayor parte de la producción era destinada a la elaboración de fiambres y chacinados. Los cambios económicos producidos en este nuevo siglo mejoraron las condiciones de producción en el país, por el encarecimiento de la importación y el mejoramiento de los precios internos, lo que permitió un crecimiento sostenido de la actividad. A pesar de la reciente apertura económica, que repercutió en los costos de producción, la faena en el último año fue cercana a los 6 millones de cabezas con un consumo en aumento constante que alcanzó los 12,88 kg/hab/año en 2016.

Si bien en el país prevalecen los sistemas de producción de pequeña y mediana escala, el sector experimentó en los últimos años un proceso de transformación. Hubo un aumento de productores con más de 100 madres, que confinaron parcial o totalmente sus animales, convirtiéndose en empresas tecnificadas de alta eficiencia. A su vez, se instalaron grandes empresas altamente tecnificadas con productividad equiparable a las más eficientes a nivel mundial.

El 40% de las cabezas que posee el país se encuentran bajo confinamiento con una productividad superior a 24 capones/madre/año (mayor a 2.000 kg), mientras que el 60% restante están en sistemas a campo o mixtos cuya productividad es solo de 10-12 lechones/madre/año (120-150 kg). Son precisamente los productores de menos de 50 madres, que representan el 96,4% del total del país, quienes realizan una subutilización del potencial de la especie, ya que en situaciones mejoradas de manejo intensivo o engorde, se alcanzan valores de 16 a 18 capones/madre/año (1400 kg).

A escala regional, hasta el año 2013 el consumo de cerdo no superaba los 3,5 kg/hab/año, abastecidos mayoritariamente con importación desde Chile, que se cerró a inicios del 2014 por razones sanitarias. Este consumo fue cubierto por producción regional a través de carnicerías y/o mercados de proximidad con la dificultad de que la región cuenta con limitada capacidad de faena acorde al crecimiento del sector. Actualmente un 40% de la carne de cerdo comercializada en el mercado interno llega en forma directa a los consumidores mediante faena casera y carente de controles sanitarios. Desde las instituciones del Estado, como de empresas comerciales, se viene trabajando en generar opciones para la faena (frigoríficos o mataderos habilitados) aptas para las diferentes escalas productivas y que aseguren posibilidades de comercialización de la producción o el agregado de valor. Sin embargo, en la actualidad son escasos los establecimientos faenadores habilitados.

La apertura del mercado interno se evidencia en un incremento de stock del 95% en los últimos tres años según datos del 2017 aportados por el SENASA. Sin embargo, la gran proporción de productores de agricultura familiar (43,5%) y de subsistencia (37,7%), incide sobre los indicadores físicos, económicos y sociales. Estos poseen más del 65% de las madres en condiciones marginales con una producción poco eficiente organizada en pequeños lotes, escasa o nula infraestructura, deficiente alimentación y riesgos sanitarios y bromatológicos, la gran mayoría concentrados en zonas de valles bajo riego y sectores periurbanos.

Todos los esfuerzos realizados para brindar opciones de faena formal no son suficientes para sostener a los pequeños productores dentro de la cadena comercial si se mantienen los bajos índices productivos de la actualidad. Para alcanzar una producción rentable son necesarios sistemas de producción porcina mejorados, tecnificados y adaptados a las condiciones regionales que permitan alcanzar una elevada producción en un marco de sustentabilidad económica, social y ambiental. Paralelamente se hace necesario fortalecer la organización de los productores y las integraciones de la cadena porcina para facilitar el crecimiento en escala y el establecimiento de canales formales de comercialización.

Fuente: www.rionegro.com.ar

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