La industria porcina es el instrumento para transformar al Norte argentino

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escrito por Germán Piquer

La fiebre porcina que golpea a China (se han perdido más de 300 millones de cabezas en el último año, entre ellas 94 millones de cerdas madres) ha modificado la matriz del mercado mundial de proteínas. Es un proceso que puede durar 10 años o más en la estimación del gobierno de la República Popular, y que se ha extendido ahora a otros países asiáticos, entre ellos Vietnam, Filipinas, y los de Asia Central, en primer lugar Kazakhstan.

Se ha abierto una enorme oportunidad histórica para la industria de las carnes en la Argentina, encabezada por la producción de carne porcina. Lo notable ha sido la rapidez de respuesta mostrada por los productores porcinos, que han puesto de relieve una extraordinaria vitalidad, con resultados extremadamente significativos.

Entre enero y abril de este año se faenaron 2.2 millones de cerdos (+3% anual), en tanto que se sacrificaron 6.7 millones de cabezas en todo el año pasado; y el consumo per cápita de carne de cerdo volvió a aumentar en 2019; y tras crecer 1% anual en los primeros 4 meses de este año, después del alza de +8% experimentada en 2018, trepó a 14.37 kg por habitante, el doble de lo que se consumió en 2005.

En abril se abrió para la carne de cerdo argentina el mercado chino, y las exportaciones aumentaron casi 70% y alcanzaron a 2.217 toneladas ese mes. En 2018, las exportaciones porcinas treparon a 23.192 toneladas, lo que representó un crecimiento de 59% anual. La industria porcina argentina está claramente en un camino de ascenso, que puede implicar un shock de oferta en los próximos 2/3 años.

El cerdo es un complejo intensamente vital de transformación de granos en proteínas cárnicas altamente eficaz; y el extraordinario acontecimiento que es la fiebre porcina en la República Popular, sumada a la necesidad de industrializar la producción primaria, ha convertido a la industria porcina en el principal instrumento para enfrentar y resolver la “depresión estructural” que caracteriza a las provincias del Norte argentino.

Las provincias del Norte –Tucumán, Salta, Misiones, Chaco, Corrientes, Santiago del Estero, Formosa y Catamarca-tienen indicadores socioeconómicos que son la ½ de los niveles nacionales; y esta proporción se mantiene cualquiera sea la fase del ciclo en que se encuentre la economía argentina, ya sea de expansión o de contracción.

Significa que no hay retraso ni desigualdad en el Norte argentino respecto a los niveles de la Región Centro –Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos- y los de la Provincia de Buenos Aires, sino una situación de “depresión estructural” debido al insuficiente o nulo desarrollo de sus fuerzas productivas.

Hay 32.4% de pobres en la Argentina –más de 8 millones de personas-; y de ellos, 38.7% están concentrados en las provincias del Norte, que en conjunto tienen sólo 17% del total de la población nacional. El otro 40% de pobres está concentrado en 6 partidos del Sur y el Suroeste del Conurbano bonaerense, con eje en la Matanza, cuya población asciende a 1.6 millones de personas, de las cuales más de 60% son pobres. El resto se encuentra en los cinturones de Rosario y Gran Córdoba.

Hay que transformar allí la cosecha de maíz en carne de cerdo, estableciendo cadenas de frio y frigoríficos, mientras se profundiza la conectividad con los puertos chilenos sobre el Pacifico en la búsqueda de los grandes mercados asiáticos, primordialmente China.

El complejo productivo granario extraordinariamente innovador de la Región Centro puede trasladar parte de sus equipos y emprendedores al Norte Argentino, para dar allí un salto de productividad centrado en la industria porcina; y de ese modo abrir un camino para superar definitivamente su “depresión estructural” característica.

Fuente: clarin.com

 

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