La cadena que produce carne de cerdo se transformó en los últimos diez años, con tecnología y mayor eficiencia. Ahora, el desafío es duplicar el stock hacia el 2020, y exportar más.
En los últimos diez años, la cadena porcina argentina despegó. En el mercado interno, el consumo de carne de cerdo aumentó un 70%, según el INTA, y se acerca a los 10 kilos anuales por habitante. El stock de cabezas se duplicó y pasó de 2 millones de animales (2002) a más de 4,5 millones el año pasado. Es una tendencia importante para la Región Centro, que concentra a más del 70% del rodeo porcino y a la mitad de los establecimientos.
Las exportaciones también se incrementaron un 30% en 2012, y la Argentina tiene varias ventajas estratégicas para crecer a partir de las buenas condiciones sanitarias y la competitiva producción local de dos insumos centrales para la cría porcina: el maíz y la soja.
En la segunda mitad de esta década, el sector porcino va a acelerar a fondo. Las estimaciones del Grupo Porcino del INTA de Marcos Juárez adelantan que en 2020 el consumo interno pasará a 14 kilos por persona por año, lo que permitiría aumentar la faena porcina a más de 8 millones de cabezas y la producción de cerdos a más de 700.000 toneladas.
El crecimiento de los establecimientos y frigoríficos porcinos también va a mover los indicadores de empleo en Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos. “La mano de obra pasaría de ocupar 32.300 personas a 50.450 operarios, entre el sector primario, industrial y los servicios indirectos, lo que representaría 18.000 nuevos puestos de trabajo para la cadena”, adelanta Jorge Brunori, uno de los referentes del Grupo Porcino del INTA.
Pero hay varios desafíos por delante. La Asociación Argentina de Productores Porcinos (AAPP) reconoce que hay granjas con niveles productivos muy buenos, pero advierte que el promedio del país se ha movido muy poco y hay mucho margen para intensificar entre los pequeños y medianos productores.
“El costo de producción de Argentina sigue estando entre los más bajos del mundo, pero no es debido a la eficiencia de su producción, sino a condiciones especiales del costo de alimentación. Cuando hacemos la comparación con otros países, algunos vecinos nuestros, estamos muy por debajo de dos parámetros fundamentales que denotan eficiencia: kilos producidos por madre y conversión alimenticia”, reconoce un informe de la AAPP.
La mayoría de los productores pequeños y medianos viene logrando una media de entre 10 y 12 capones por madre cada año, cuando los productores eficientes crían 20 capones anuales por madre y también más.
Hay mucha tecnología al alcance de la mano para superar estas barreras. La inseminación artificial es una herramienta clave, porque es el eje para el desarrollo de programas de mejoramiento genético (ver “Minimizar los errores…”), pero los sistemas de cría también se pueden modernizar con parideras móviles, el uso de cama para producción de nido, distintas prácticas de manejo para incrementar el bienestar animal y una gestión profesional de la información, para tomar buenas decisiones.
Brunori sostiene que es clave seguir informando sobre las propiedades nutritivas de la carne de cerdo -hubo varias campañas en los últimos años- y cuidar que los precios de las costillitas y la bondiola no se disparen en las góndolas para estimular el consumo interno de este “excelente sustituto de los cortes vacunos”.
En el mercado externo también hay grandes oportunidades. “Es posible pensar en un aumento de la participación de la Argentina en el mercado mundial, sobre todo por la gran capacidad de producir los insumos básicos (los granos), un escenario que la ubica entre los países con menores costos de producción”, insiste Brunori.
Y este es justamente el negocio. Transformar el maíz y la soja en carne de cerdo duplica el precio que se obtiene por la venta de los granos. Es valor agregado, empleo y desarrollo para el interior productivo de la Región Centro.
Minimizar los errores en la inseminación
La inseminación artificial es una de las tecnologías que permitió la intensificación de la producción porcina, de la mano de los programas de mejoramiento genético y de una mayor eficiencia en los indicadores reproductivos.
“Tal vez la mayor ventaja que ofrece la inseminación es que permite un mayor uso de una genética superior a un costo potencialmente menor, en relación a la monta natural, y con menos riesgo de transmisión de enfermedades”, explica Marcela Lloveras, especialista del INTA Pergamino.
Para minimizar los errores humanos, es fundamental la educación y el adiestramiento de los padrillos. También hay que priorizar la higiene de los boxes, la limpieza, el aire, el uso de guantes descartables y hasta la ubicación respecto de otros animales.
Además, hay que prestar atención a dos cuestiones claves: temperatura y luz. “Las células espermáticas son muy susceptibles al shock térmico, tanto con temperaturas altas como bajas. La temperatura óptima está entre los 15° y los 18° grados. Y el otro punto a tener muy en cuenta es la luz; cuidar el semen del contacto con la luz es central”, advierte Lloveras.
La técnica de “siembra” en realidad no es compleja, pero lo que hay que saber es que se debe usar una pipeta para cada hembra y que hay que tener cuidado de no colocarla en el orificio uretral, para que enhebre correctamente.
Lo que viene, en manejo y tecnología
Las principales tendencias para hacer más eficiente la producción de carne de cerdo se analizarán a fondo en Fericerdo, la clásica exposición que se desarrolla en el INTA Marcos Juárez (en Córdoba) y que se realizará el 22 y 23 de agosto, con entrada libre y gratuita.
La muestra es un espacio que integra todos los eslabones de la cadena porcina nacional y permite que los participantes se actualicen, capaciten y estén en contacto con las empresas, organizaciones, proveedores, técnicos y especialistas del sector. Allí pisará fuerte el Grupo Porcino del INTA Marcos Juárez, la unidad referente del instituto, desde hace 40 años, en investigación y tecnología para la producción porcina.
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