ADAPTACIÓN DE HEMBRAS NULÍPARAS

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escrito por Redacción Infopork

Rafael T. Pallás Alonso

Director Técnico de los Servicios Veterinarios de KUBUS, SA

Madrid – España

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Introducción

Con los actuales sistemas de producción y el tipo de hembra porcina con la que trabajamos, la tasa de 

reposición anual de una granja oscila entre un 40 y 50 % del censo total de hembras de la explotación. 

Esto quiere decir que, de forma continua, y con una estructura censal correcta en cualquier granja 

encontramos entre un 22 y un 25 % de hembras nulíparas (Gráfico 1). Esta cifra nos da idea del alto 

protagonismo, tanto técnico cómo económico, que tienen las futuras reproductoras para la buena gestión 

de una granja.

 

Las hembras de renovación se pueden obtener de dos formas principales:

– Autorrenovación: De forma que las hembras son producidas dentro de la propia granja a partir de 

una pirámide genética interna y las cerditas son preparadas como futuras reproductoras desde los 

40 – 60 kg mediante determinadas atenciones especiales: programa sanitario, alimentación, 

manejo, etc. Este sistema, mayoritariamente utilizado por las granjas grandes, supone un menor 

riesgo sanitario aunque el avance genético es algo menor ya que sólo viene vía semen. De forma 

general, una pirámide genética interna necesita un número de bisabuelas y abuelas es igual al 2% 

y 8% respectivamente del nº total de madres en producción. Es decir, aproximadamente el 10% del 

total de hembras de la granja serán abuelas y bisabuelas.

– Adquisición externa: En este sistema las hembras son adquiridas a una empresa de genética a lo 

largo del año, una o varias veces. Este sistema, aunque proporciona un rápido avance genético, es 

el que mayor riesgo sanitario conlleva, por lo que sólo es usado en granjas pequeñas. Hay que 

realizar un correcto cálculo del número de hembras a entrar en cada lote.

 

Objetivos

Lo primero que tenemos que tener claro es que una primeriza bien manejada es la cerda más productiva 

de la explotación y si no es así, debería serlo…

Los objetivos que nos debemos marcar con la renovación pueden resumirse en los siguientes puntos:

– No superar el 50% de tasa de renovación anual: Aparte del mayor coste que supone y del mayor 

riesgo sanitario que conlleva, es importante recordar que las camadas procedentes de primerizas 

crecen menos que las de multíparas.

– Tasa de eliminación en los 3 primeros ciclos no mayor del 25% según la siguiente tabla:

– Conseguir que las nulíparas tengan un crecimiento desde el nacimiento hasta la cubrición de 650 – 

770 gr/día, es decir, un crecimiento moderado ya que las hembras que están gruesas en el 

momento del alta tienen mayor tasa de desecho y mayores problemas de aplomos. Por el contrario, 

las hembras delgadas tienen una presentación tardía de la pubertad y un peor desarrollo 

reproductivo.

– La estimulación del primer celo debe ser alrededor de los160 días, así el celo fecundante, 3º ó 4º, 

será a los 220-250 días con un peso corporal entre 140 y 160 kg.

– La ganancia de peso desde la cubrición al primer parto debe ser de 38 a 45 kg, de esta forma, el 

peso al primer parto estará entre los 180 y 190 kg. Como referencia, una hembra adulta gana de la 

cubrición al parto unos 22 – 24 kg.

– Aunque hay muchas variaciones entre razas y líneas genéticas, al momento de la cubrición la 

hembra debe tener un espesor de grasa dorsal en el punto P2 de entre 16 y 18 mm. Mayores 

espesores tampoco aportan nada más.

– El 80% de las futuras reproductoras deben entrar en celo dentro de los 28 primeros días desde el 

inicio de la estimulación con el macho.

– El 85% de las nulíparas ya cíclicas deben ser cubiertas de forma agrupada, en un periodo de 

tiempo no superior a los 5 días.

– Iluminación: 16 horas de luz/día con una intensidad de 300 lux sobre la cabeza del animal.

Uno de los primeros puntos sobre los que hay que trabajar a la hora de introducir renovación es decidir 

qué número de hembras debemos introducir por lote. Indudablemente este número depende de la tasa 

anual de renovación con la que estemos trabajando, pero de una forma sencilla podemos aplicar la 

siguiente fórmula: 

[Nº de cubriciones por lote – (Nº de cerdas a destetar – Nº de cerdas a desechar) – Nº de cerdas 

Nº de primerizas por lote = 

repetidas] + 10% 

El 10% que se añade se debe al porcentaje de hembras de renovación con las que empezamos a 

estimularlas pero que no logramos que ciclen. En condiciones normales este número debería ser inferior al 

10%.

De forma sencilla, el número de cubriciones de primerizas por lote supone del 16% al 20% del total de las 

cubriciones del lote. Entre el 16 y 18% cuando la tasa de renovación anual está alrededor del 40 – 45 % y 

entre el 18 y 20 % cuando la renovación anual está entre el 45 – 50%. Así, por ejemplo, si una granja 

trabaja con lotes semanales de cubrición de 60 hembras, todas las semanas tendrán que entrar alrededor 

de 10 hembras nuevas.

Las estrategias a seguir en una granja para la adaptación de las hembras de renovación se pueden dividir 

en:

– Estrategias nutricionales.

– Estrategias sanitarias.

– Estrategias reproductivas.

 

Estrategias Nutricionales

La hembra de reposición en el momento de la cubrición ha de ser un animal con 17-19 mm de grasa dorsal 

en P2 y con una alta tasa de ovulación para poder mantener un adecuado nivel productivo desde el primer 

parto. Para lograr una hembra con estas características es necesario que en la cría de la futura 

reproductora se utilice un plan nutricional específico que permita un correcto desarrollo músculo-

esquelético y una buena maduración ovárica que nos llevará a una elevada tasa de ovulación. Además, un 

adecuado estado nutricional de las hembras de reposición favorecerá el desarrollo de una respuesta 

inmunitaria completa y una correcta manifestación de sus características reproductivas.

Cuando las cerditas son criadas dentro de la misma granja, hasta los 40-45 kg de peso vivo es posible 

llevarlas con los piensos estándar de la granja, sin embargo, entre los 45 y 110 kg este tipo de hembras 

necesita una alimentación especial y diferenciada con una concentración de minerales más alta, una lisina 

en torno al 0,9% que proporcione un crecimiento moderado en este periodo de alrededor de 720 gr/día.

Entre los 110 kg y la cubrición, las nulíparas deben estar ya en fase de adaptación a la granja y esto abre 

un abanico de posibilidades en cuanto a los piensos a utilizar dependiendo de las instalaciones, 

equipamiento y ubicación de la unidad de cuarentena y adaptación. De hecho, hay granjas donde se 

continua en esta fase con el pienso de renovación, sin embargo, en otras se les da pienso de lactación y/o 

renovación.

El objetivo de este programa es que la hembra tenga un ritmo de crecimiento moderado, unos 650 – 770 

gr/día desde nacimiento a monta. Este crecimiento está correlacionado con el tamaño de camada del 

primer parto, de forma que a mayores crecimientos encontramos mayor prolificidad hasta cierto nivel, ya 

que crecimientos diarios por encima de los 770 gr no adicionan lechones.

Es importante controlar que no haya hembras con excesivo peso corporal ya que suelen presentar 

mayores problemas locomotores, mayor tasa de descarte y mayor incidencia del síndrome del 2º parto.

En general, las nulíparas deberían recibir su primera cubrición con un peso entre 140 y 160 kg, con buen 

estado de carnes y una edad aproximada de 8 – 9 meses.

En cuanto al manejo de la alimentación, las nulíparas, sueltas, deberían ser alimentadas ab libitum y si las 

hembras están racionadas, 12 – 14 días antes de la fecha prevista de cubrición realizar un flusing 

alimentario incrementando la cantidad hasta los 3 kg/día y cambiándolas a un pienso de lactación. Si las 

hembras están alimentadas a voluntad no tiene sentido este flusing, como máximo, durante esos 12 – 14 

días, podemos cambiar el pienso que están recibiendo por uno de lactación.

Nunca podemos olvidar el agua, la cual debe estar siempre disponible a través de chupetes o bebederos 

que proporcionen un flujo mínimo de 1,5 – 2 litros por minuto. Cuando las hembras están alojadas en 

grupo debemos poner, como mínimo, un bebedero por cada 8 hembras. La altura del bebedero sobre el 

suelo no debe ser mayor de 0,70 m.

Si las hembras están alojadas en jaulas debemos dar tiempo suficiente, 3 semanas mejor que 2, para que 

las hembras se adapten a este nuevo sistema y aprendan a comer correctamente. Siempre es mejor que 

la instalación disponga de chupetes individuales en vez de caudal de agua en la canaleta corrida, y si no 

hay comederos individuales hay que dar tiempo a que las primerizas acaben de comer antes de dar el 

agua (1 hora) ya que son menos voraces y comen más lentamente por lo que el agua arrastra el pienso a 

las compañeras llevando a que las nulíparas no consuman la cantidad de pienso que necesitan.

Bebedero // Comedero corrido

Con la nueva ley de bienestar animal aplicable en toda la Unión Europea desde el 1 de enero de 2013 

muchas de las granjas han instalado unidades de alimentación electrónica con microchip lo que para las 

hembras primerizas supone un nuevo nivel de estrés, por lo que debemos estar seguros de que estas 

hembras nuevas están perfectamente entrenadas para alimentarse en estas unidades. Como norma 

general, la hembra tarda unos 15 días en volverse a comer la totalidad de su ración diaria, por lo que este 

debe ser el tiempo mínimo de duración de la adaptación a este sistema de alimentación.

 

Nulíparas alojadas en una unidad de alimentación de aprendizaje

 

Estrategias Sanitarias

Una de las estrategias clave en la gestión de las nulíparas y de la que surgen más puntos de discrepancia 

es la sanitaria ya que no existe una sola forma única de adaptar las hembras sino múltiples variantes y 

posibilidades.

Los objetivos básicos de la adaptación sanitaria son los siguientes:

– Reducir el riesgo que supone la entrada de animales.

– Evitar la introducción de nuevas enfermedades.

– Evitar desestabilizar el equilibrio sanitario de la granja.

– Conseguir maximizar la expresión del potencial genético de los animales introducidos.

– Asegurar que el nuevo ganado queda expuesto a los agentes infecciosos enzoóticos de la granja 

antes de entrar en producción.

– Evitar una exposición brusca de desemboque en enfermedad.

Lo primero que debemos tener en cuenta es que cada combinación granja de origen – granja de destino 

es única por lo que deberemos establecer una estrategia diferente en cada caso en función de la situación 

sanitaria y condiciones de ambas granjas.

No hay una norma establecida sobre cual debe ser la localización y duración del periodo de cuarentena, ya 

que este variará según sea la enfermedad de la cual nos queremos proteger. Así, por ejemplo, para el 

PRRS deberíamos hacer una adaptación larga, de más de 8 semanas, y en una ubicación separada de la 

granja de destino en al menos 1 km. Sin embargo, para saber si vienen libres de disentería hemorrágica 

(Brachyspira hyodysenteriae), sólo serían necesarios 21 días.

Otro factor que debemos tener en cuenta es el tamaño de la explotación ya que las granjas grandes 

necesitan mayores distancias por el mayor tamaño de los lotes de hembras que debemos entrar. La 

frecuencia en la entrada de animales también afectará. De poco servirá alargar el periodo de aislamiento si 

las entradas de ganado son mensuales, ya que se solaparían distintos lotes y en lugar de aumentar la 

seguridad la reduciríamos.

Todo proceso de adaptación sanitaria debe constar de 3 fases o etapas claramente diferenciadas:

– Primera fase: Cuarentena y aislamiento.

– Segunda fase: Contacto con los gérmenes de la granja.

– Tercera fase: Enfriamiento.

 

Primera fase: Cuarentena y aislamiento. El primer paso para proteger a una granja de nuevas 

infecciones es conocer con exactitud cual es su estado sanitario actual. Su conocimiento es imprescindible 

para poder realizar una correcta elección de la fuente de reposición y un programa de adaptación 

adecuado. Hay distintas formas de conocer el estado sanitario:

– Historial: Nos proporciona información sobre los problemas que ha vivido la granja, las 

medicaciones, programas vacunales…

– Serología: Nos permitirá conocer si ha existido contacto con ciertos agentes infecciosos.

– Chequeos en el matadero: Útil para detectar, por ejemplo, lesiones de Neumonía enzoótica o 

Pleuroneumonía o para detectar la presencia de Áscaris.

– Introducción de centinelas: Hay algunas enfermedades como la Disentería, Gastroenteritis (GET), 

Pleuroneumonía que pueden ser muy difíciles de comprobar si no existe un buen historial de la 

granja. La introducción en la explotación de un pequeño número de cerdos libres de enfermedades, 

centinelas, permitirá observar en ellos signos clínicos, lesiones e incluso poder realizar aislamientos 

de gérmenes que serían muy difíciles de realizar en otros animales que ya poseen unas defensas 

bien desarrolladas.

Esta primera fase de aislamiento es necesaria para que los animales superen el estrés del viaje o cambio 

de alojamiento lo que redundará en una mejor respuesta inmunitaria posterior. Además durante este 

tiempo las hembras se aclimatan a las nuevas instalaciones, sistemas de alimentación y alimentos así 

como al nuevo grupo de animales.

Durante esta fase es importante realizar una desparasitación de todas las hembras que ha entrado, lo cual 

es conveniente hacer antes de iniciar el plan vacunal o antes de iniciar el contacto con el material de la 

granja. La razón de este manejo es que los animales parasitados responden inmunitariamente peor.

La alimentación durante esta primera fase debe ser con pienso especial de renovación que cubra todas las 

necesidades de este tipo de animales. También podemos prevenir infecciones secundarias no deseadas 

mediante el uso de antibióticos bacteriostáticos o medicaciones pulsátiles. Medicaciones bactericidas o 

muy duraderas controlarán mejor las infecciones secundarias, pero reducirán la respuesta inmunitaria 

retrasando la aparición de los problemas.

La duración de este periodo de cuarentena y aislamiento debe estar alrededor de las 2 o 3 semanas.

Segunda fase: Contacto con los gérmenes de la granja. Todo proceso de adaptación debe asegurar el 

contacto de los animales entrantes con los gérmenes enzoóticos de la granja. Para conseguirlo, el método 

más seguro y fiable es el empleo de vacunas comerciales, muy útiles frente a Parvovirosis, Rinitis Atrófica, 

Aujeszky y Mal Rojo. Sin embargo, para otras enfermedades, bien porque no existen vacunas o porque su 

funcionamiento es muy variable, es necesario emplear material de la granja que contenga el agente 

infeccioso frente al cual queremos inmunizar.

Los materiales habitualmente usados son:

– Heces de cerdas de la propia explotación: Útil para la inmunización frente a Parvo, E. Coli, 

Rotavirus, GET… Es recomendable que el material fecal sea fresco, recogido esa misma mañana o 

tarde. La duración de este contacto debe ser de 3 semanas como mínimo incorporando material 

nuevo 2 veces por semana. No es aconsejable en granjas con Disentería o Salmonellosis.

– Cerdas viejas o verracos: Efectivo para la inmunización frente a Neumonía Enzoótica, Rinitis, 

Glasser…

– Placentas: para el Parvo, SMEDI…

– Lechones de 20 kg: Recomendable para el PRRS. Estos lechones deben estar virémicos por lo que 

es indispensable el hacer seroperfiles en la granja para identificar la edad de los lechones más 

adecuados. En algunos casos es necesario potenciar la eliminación de virus mediante la inyección 

con corticoesteroides.

– Hembras del lote anterior de nulíparas entradas: En los sistemas de producción en 3 sitios no hay 

ni lechones ni cerdos de cebo disponibles para infectar a las primerizas. En estos casos, el material 

que más recientemente ha padecido una infección será el último grupo de primerizas, por lo que es 

recomendable dejar algunas primerizas del lote anterior para que infecten al siguiente.

– Suero de lechones de transición: Deberá ser analizado, contrastada la presencia del virus, valorado 

en cuanto a concentración y aplicado en la cantidad adecuada o conservado para su posterior 

aplicación.

– Fluidos orales: Cuerdas de algodón empapadas en suero diluido que contiene el virus PRRS 

específico de la granja. Este protocolo está actualmente en estudio para el PRRS.

Contacto nariz-nariz

La duración del contacto dependerá de la cantidad de agente patógeno presente en el material infectante y 

de la cantidad de material empleado. En general, 21 días deberían ser suficientes siempre que cuando se 

trate de animales estos puedan mantener contacto directo nariz con nariz con las hembras de renovación, 

por lo que los separadores deberían ser de barrotes y no ciegos. Lo ideal es trabajar con lotes de 10 – 20 

animales.

Tercera fase: Enfriamiento. Todo proceso de adaptación debe proteger a la granja de la 

desestabilización de su estado sanitario por lo que siempre hay que tener en cuenta los periodos de 

excreción del agente frente al que queremos protegernos, cosa particularmente importante en el caso del 

PRRS dado su largo periodo de excreción vírica (4 – 6 semanas y en algunos casos hasta 3 meses), sobre 

todo cuando estamos entrando renovación negativa en granjas PRRS positivas.

La razón de este “Periodo de enfriamiento” es prevenir recirculaciones evitando introducir animales 

virémicos en el flujo de producción de la granja lo que implica que el periodo de adaptación debe alargarse 

y el ganado no puede ponerse en contacto con el resto de animales de la granja hasta habernos 

asegurado que la excreción de patógenos ha cesado totalmente. 

Así, en el caso del PRSS necesitaremos un periodo de adaptación mínimo de 9 semanas y, mejor y más 

seguro, de 12 semanas: 

– 1 semana de aclimatación y aislamiento

– 2 – 3 semanas de contacto con animales

– 6 – 9 semanas de enfriamiento antes de la introducción definitiva.

No hay que olvidar que los verracos son elementos importantes dentro de la granja por lo que no podemos 

excluirlos de estos protocolos de adaptación ya que, de otra manera, estaremos comprometiendo el 

mantenimiento del estado sanitario de la explotación.

 

Estrategias Reproductivas

La evolución de las distintas líneas genéticas hacia animales mucho más magros, con mejor índice de 

transformación, crecimiento, etc., ha hecho que la aparición de la pubertad se haya retrasado lo que ha 

obligado a su vez a posponer el momento de la primera cubrición.

Aunque cada línea genética tiene su momento, en general, el inicio del contacto con el macho debería ser 

entre los 160 y 180 días de vida de la nulípara, de esta forma, la cubrición efectiva será alrededor de los 

235 – 240 días con hembras que ya hayan ciclado al menos 2 veces. Estos ciclos previos a la cubrición 

son importantes ya que en cada uno de ellos se produce un agrandamiento del aparato genital de la 

hembra lo que hace que ésta llegue a la primera cubrición con útero de mayor tamaño donde es posible 

alojar un mayor número de lechones y, por tanto, obtener camadas más numerosas en el primer parto. 

Una forma fácil de evaluar el desarrollo del aparato genital de la nulípara es la utilización de un catéter 

milimetrado de tal manera que, una vez introducido y fijado en el cérvix, nos da lectura de la longitud de la 

vagina y, por tanto, nos da idea del nivel de desarrollo del aparato genital y del grado de maduración y 

desarrollo sexual de la nulípara. Según trabajos de Santiago Martín Rillo (1999) las diferencias entre las 

hembras con poco y gran desarrollo genital llegan hasta los 2,7 lechones en el primer parto.

 

Los puntos clave para una buena estimulación con macho de la nulípara son los siguientes:

– Formación de grupos de 6 – 10 hembras ubicadas en parques, no en jaulas.

– Machos adultos de más de 10 meses, con buena libido y sin que sean muy grandes de tamaño.

– Contacto 15-20 minutos/sesión, 2 veces al día (mañana y tarde).

– Rotación o cambio de machos. 1 macho cada 5 hembras.

– El contacto directo de las nulíparas con el macho reduce hasta un 10% los días no productivos.

– Recelar con macho y estimular con presión sobre el lomo, hasta desencadenar el reflejo de 

inmovilidad (15-20 segundos).

– Introducir el recela en el corral de las nulíparas que no han mostrado celo para que haya contacto 

físico.

– Registrar la fecha de salida a celo de todas las hembras.

De esta manera, más del 85% de las nulíparas deberían haber mostrado algún celo antes de los 195 días 

de vida. Las hembras que no responden con prontitud a la exposición al macho, dentro de las primeras 6 

semanas, tienen una vida reproductiva muy limitada, en comparación con las hembras que empezaron a 

ciclar durante el periodo de contacto con el verraco.

A las hembras que no han salido a celo se les puede provocar un estrés moderado como puede ser hacer 

un reagrupamiento, un cambio de corral o incluso de nave o, incluso, pasearlas en libertad, no siendo 

aconsejable el privar de alimento durante largos periodos y mucho menos de agua, recomendándose 

siempre una utilización moderada y racional de las hormonas (combinación de hormonas gonadotrópicas: 

400 ui PMSG + 200 ui HCG) ya que, generalmente, las hembras inducidas tienen peor fertilidad y del 

orden de un lechón menos en el parto.

Por todo esto, lo más racional es llevar una buena política de descarte, eliminando las hembras 

anoéstricas y aquellas que ciclan y luego dejan de hacerlo. No se recomienda mantener a las hembras en 

la granja cuando éstas no muestran celo dentro de las 6 semanas tras la exposición a distintos machos. 

Una práctica muy interesante es investigar en el matadero los aparatos genitales de los descartes, 

actividad que nos dará mucha información sobre lo que está pasando realmente en la granja. 

Una vez que tenemos las nulíparas cíclicas hay que moverlas lo antes posible a la zona de control-

cubrición. Allí se cubrirán cuando tengan el peso y la edad adecuados. El momento de enjaularlas es clave 

ya que supone un fuerte estrés para los animales junto a una adaptación a un nuevo sistema de 

alimentación que hace que las hembras durante este periodo no coman todo lo que deberían, lo que se 

traducirá en una menor productividad. Este periodo de adaptación no debería ser menor de 15 días y, 

mucho mejor, si son 3 semanas. Una forma fácil de hacerlo es mover las nulíparas a las jaulas en el celo 

previo al que tenemos previsto cubrirlas, de forma que, ya en las jaulas y en ese celo previo podemos 

implementar la aplicación de plasma seminal sintético o semen muerto. La hembra tras este manejo no 

quedará preñada y podrá ser inseminada, ya totalmente adaptada, 21 días después.

A este respecto cabe citar un interesante trabajo de Pinilla y Piva (Gráfico 2) donde se estudió el efecto del 

número de días de enjaulamiento previos a la primera cubrición y donde claramente se ve una merma en 

los resultados productivos del primer parto cuando las hembras son enjauladas antes de los 18 días 

anteriores a la primera inseminación.

Gráfico 2. Pinilla & Piva (2009). N = 2.853

Durante estos días de adaptación a la jaula hay que proporcionar a los animales la máxima tranquilidad 

evitando vacunar, crotalar, tatuar, desparasitar… Así, el programa vacunal debería estar terminado antes 

de los 6 meses de vida y, al menos, 3 semanas antes de la cubrición efectiva.

Todas estas prácticas están encaminadas a maximizar el número de lechones obtenidos en el primer parto 

ya que no debemos olvidar que el tamaño de camada del primer ciclo influye en toda  la vida productiva de 

la hembra, como lo demuestra el siguiente gráfico (Gráfico 3) obtenido del análisis de la base de datos de 

PigChamp Pro Europa y donde se estudia el efecto del tamaño de camada en el primer parto sobre la 

prolificidad de los partos de toda la vida productiva de esas mismas hembras.

Como, sin duda, la adaptación de la primeriza termina después de su primer destete, no podemos acabar 

sin decir algunas palabras relativas a la lactación de la primeriza, la cual es recomendable que sea incluso 

algún día más larga que la de una cerda multípara ya que el proceso de involución uterina, que en 

hembras adultas dura alrededor de un mes, en las cerdas primerizas es más lento y, por tanto necesita de 

algún día más hasta que el útero ha recuperado su tamaño normal y es capaz de acoger una nueva 

inseminación y, si hubiera lugar, una nueva preñez. Si al alargar la lactación de las primerizas vemos 

problemas por pérdida de condición corporal en estas hembras lo que podemos hacer es destetar sus 

lechones a los 21 días e introducirle el mismo número de lechones que tenía de otra camada sana que sea 

unos días más pequeña de edad, no siendo recomendable colocarle a la primeriza lechones retrasados. 

De esta manera las primerizas no adelgazan durante esos días extras ya que los nuevos lechones son 

más pequeños que los que ella tenía y le demandan menos leche.

Otra recomendación sobre la lactación de las primerizas es forzar que la primeriza tenga en lactación el 

mayor número posible de lechones para que el tejido mamario no se atrofie y, así, en las siguientes 

lactaciones dispongamos de mayor número de pezones funcionales.

Para terminar, nos podemos hacer la siguiente pregunta, ¿Cómo podemos saber si la adaptación de la 

primeriza ha sido correcta? La respuesta es que habremos hecho una buena adaptación de las primerizas 

si:

– No se han presentado signos de enfermedad.

– La granja no se ha desestabilizado sanitariamente.

– Mantenemos la tasa de renovación anual por debajo del 50%.

– Al 3er parto tenemos una tasa de permanencia de un mínimo del 75%. 

– La fertilidad de las primerizas es igual o superior a la media de la granja.

– Cubrimos, al menos, el 88% de las primerizas destetadas dentro de los 7 días post destete.

– No hay incidencia de síndrome del 2º parto.

– La mortalidad pre y post destete de los lechones procedentes de primerizas es similar o 

ligeramente superior a la de la media de los otros partos ya que no debemos olvidar que el tamaño 

de los lechones de primerizas es unos 200 gr  menor, lo que se traduce en una media de 400 gr 

menos al destete por lechón.

La adaptación de la primeriza finaliza después de su primer destete

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