La soja no deja de sorprender: ayer llegó a los $ 900 por tonelada en los mercados locales -el precio más alto de la historia- y seguiría subiendo en los próximos meses. El precio, un nuevo récord para el ámbito doméstico, fue impulsado principalmente por el alza de las cotizaciones internacionales de aceites vegetales, materia prima de los biocombustibles; por la suba del barril de crudo, que retomó la carrera alcista, y por la expectativa de mayor consumo en China, el principal mercado de la oleaginosa.
Desde julio pasado, el precio de la soja subió 40% en el mercado local, algunos puntos más que la evolución en la Bolsa de Chicago, su principal mercado de referencia. De hecho, en esa plaza las cotizaciones de futuros del grano superaron los valores máximos de los últimos 34 años (ver página 7).
La próxima cosecha argentina de soja, que acaba de comenzar en las provincias norteñas, llegaría a 47 millones de toneladas, volumen similar al de la campaña anterior. En una producción global de 220 millones de toneladas, la trilla local aporta el 20% y convierte al país en un proveedor mundial fundamental.
El complejo sojero aporta los principales productos de exportación: poroto, aceite y harina de soja. Además, son los que más retenciones tributan: 35% el poroto y 32% harina y aceites. Por eso, la suba del precio se traduce automáticamente en un aumento de la recaudación impositiva.
Tendencia alcista
La tendencia alcista continuaría el año próximo porque los factores que alientan la demanda son estructurales: la fabricación de biocombustibles sobre la base de aceites vegetales y el mayor consumo de alimentos, motorizado sobre todo por el crecimiento económico de China y la India.
