Odisea de fin de año. La carne de los pobres —el cerdo— 'sobrecumple
metas', pero sigue inalcanzable.
Los cubanos van con papel y lápiz a la carnicería. Una pequeña pierna
de cerdo puede acercarse a los 400 pesos. Una fortuna. Se encarama en
cien por encima del salario promedio.
"¡Pero hay que aprovechar!", exclama un técnico de Rayos X que ha hecho
sus ahorros vendiendo turnos para operaciones ortopédicas.
Las autoridades dispusieron una rebaja navideña hasta el 3 de enero y
la oferta se esfuma de las tarimas. El agromercado de libre
concurrencia quedó al margen de la disposición. Allí los precios son
cósmicos.
"Es muy poca la cantidad y nunca se sabe si volverán a traer", explica
el carnicero de una dependencia estatal mientras afila uno de sus
cuchillos.
Hay clientes que montan guardia desde el amanecer y el camión a veces
llega al anochecer, si es que lo hace. Las luces del vehículo,
dispuesto de frente al entarimado, iluminan la escena. Algunos animales
todavía sangran y tiñen de rojo el piso del local.
Aunque la mayor depreciación es del 15% —el bistec— y el 11% —el lomo y
la costilla—, los clientes entienden que se trata de una oportunidad,
aunque sea mezquina.
Disponen apenas de diez días para adquirir, entre otras ofertas, medio
kilo de bistec a 30 pesos, que equivale el 10% de una mensualidad
estándar. Resulta lo más tentador.
"Si compras una pierna más o menos grande, te ahorras unos pesitos",
dice conforme un chofer de carga por carretera. Su economía extra se
basan en el transporte de mercancías para el mercado negro, camufladas
en los productos debidamente autorizados.
"A veces escapo, otras tengo que tocar al policía de ruta", comenta en
un clima de confianza.
Son vecinos todos los de la cola y algunos se invitan mutuamente a la
cena de fin de año. Alguien que pasa dice que ya celebró la Nochebuena
y que no puede repetir la comelata, haciendo la señal del dinero con el
pulgar y el índice.