Han iniciado un proyecto piloto para generar biogás producido por las
excretas de los cerdos
Rocío González Alvarado
Paradójicamente, aunque es considerada una de las zonas más
industrializadas de la ciudad de México, la delegación Azcapotzalco
alberga, además de fábricas, talleres y bodegas, alrededor de 280
granjas porcícolas que se resisten a desaparecer, donde sus
propietarios han optado por realizar nuevas prácticas para el
desarrollo sustentable de esta actividad.
Con el apoyo de la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las
Comunidades (Sederec) del Gobierno del Distrito Federal y la delegación
política, seis fábricas porcícolas han iniciado un proyecto de manera
piloto para la generación de biogás o gas metano para el autoconsumo en
sus cocinas, producido por las excretas de los animales, modelo que han
adoptado del estado de Michoacán.
Aunque la actividad porcícola ha disminuido paulatinamente a partir de
la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte,
su producción no es menor en Azcapotzalco. De acuerdo con información
de la Dirección General de Desarrollo Económico capitalina, las 280
granjas –entre familiares, de traspatio y microempresas– aportan
alrededor de 9 mil cerdos al año y poco más de 630 toneladas de carne,
la quinta parte de lo que se consume en el DF.
El titular de la demarcación, Alejandro Carbajal, explicó que el
propósito es aprovechar la vocación porcícola, que se ha mantenido como
una tradición que se transmite de generación en generación, desde que
los nativos compartían esta actividad con la crianza de ganado vacuno,
cuando esta delegación y la Gustavo A. Madero formaban parte de la
cuenca lechera del valle de México.
Con este proyecto, agregó, se busca iniciar un proceso de ordenamiento
en los criaderos y puntos de venta de puercos, para que tengan un mejor
manejo de sus residuos y contribuyan a aminorar el daño ambiental, por
lo que se les proporcionará asistencia técnica para que aprendan a
manejar sus granjas adecuadamente, se mantengan limpias, eviten malos
olores y la acumulación de desperdicios.
De hecho, en la granja de don Jesús Mendoza han comenzado los trabajos
para adoptar este nuevo esquema, que consiste en la instalación de un
biodigestor que, según explica el responsable del proyecto en la
demarcación, Rigoberto Araiza, es un depósito hermético donde se
almacena el estiércol de los animales, que se fermenta sin aire para
producir gas metano, mucho menos dañino para el medio ambiente. El
biogás, mediante instalaciones ex profeso, puede ser utilizado en
cocinas o bombillas para mantener la temperatura adecuada en los
criaderos, mientras que de la materia orgánica, ya degradada, se puede
obtener composta, que será destinada por los propios granjeros para
cultivar setas u hortalizas en viveros, refirió.